Partimos el miércoles 25 en la noche. Una fracción de aprolazam nos ayudó a pasar el viaje en sueños. Llegamos a Huaraz cuando el jueves apenas clareaba y decidimos visitar Shumay, la casa de mis abuelos. Mi acompñante estaba un poco aturdida por el temor a tener soroche o algún malestar de altura. Felizmente llegamos bien. La primera impresión que tuve de Marcará (pueblo obligado para llegar a Shumay) fue el de un reencuentro afortunado. Recordé aquel verano que junto a mi hermano Nañón descubrimos la ácida dulzura de la guinda, el placer de jugar damas en las aceras en tablas trazadas a yeso y demás placeres sencillos que se encuentran aquí.
Tras esa sensación de bienvenida, arribamos a la casa de Mamafila. Yo la recordaba rústica y algo incómoda, pero felizmente ahora había mejorado mucho debido al interés del tío Tito. Ahora hasta hay DVD! En todo caso, procedimos a limpiar la casa, y nos instalamos plácidamente, tanto así que pasamos casi todo el día allí.
Sin embargo, a la noche fuimos a la ciudad (Huaraz) para contratar un tour, y para buscar los benditos guantes con mitones que mi amiga quería. Un toque difícil encontrar algo que ni siquiera sabes como se llama, aunque de algún modo nos entendían pero era en vano porque nadie tenía esos "mitones con manopla" en stock. Lo bueno es que aprovechamos para ver al Grupo 5, que se presentaría en la feria del colegio Luzuriaga. La verdad me sentí un toque raro en la feria, sobre todo porque apenas conocía dos o tres de sus canciones de oídas; no soy un verdadero fanático. Aunque parece que a mi acompañante le gusta este tipo de música, así que nos aventuramos. Una cola interminable -casi tres cuadras- pero el ingenio peruano nos hizo avanzar bastante porque habían habilitado una segunda ventanilla para comprar las entradas. La pasamos bien, aunque debo admitir que la gente de Huaraz es bien monsefú.
Al día siguiente decidimos visitar Chavín de Huantar. Llegamos temprano a la agencia y nos enrumbamos. Hicimos una parada obligada para tomar el preciso mate de coca para evitar el mal de altura. Disfrutamos del paisaje, pasamos por el túnel que conecta el Callejón de Huaylas con el Callejón de Conchucos. Fueron tres horas de viaje pero que al final valieron la pena. Vimos las ruinas de Chavín, o "la madre de todas las culturas" como habría dicho el maestro Tello. Aprendimos mucho, vimos el lanzón de Raimondi y nos paseamos por el laberinto subterráneo.
Bueno, aprendí que los Chavín eran una cultura eminentemente teocrática y que les gustaba drogarse con "San Pedro", hierba alucinógena de la zona.Tmr! incluso le hacían su ritual y todo. A la mela! Para faloperos, los chavín.
Ese día fuimos a pasar la noche a Shumay. Vimos películas la pasamos bacán aunque pasamos un pequeño susto porque creímos que un intruso estaba en el segundo piso... Felizmente nos equivocamos porque eran las personas que cuidan la casa... pero el susto ya estaba adentro (incluso salí con una pala y una vela para enfrentar la amenaza... tmr).
El tercer día fue un poco más tranquilo. Nos tocaba conocer la laguna de Llanganuco, pero primero hicimos varias paradas en distintos pueblos, entre ellos Carhuaz "dulzura", donde comimos los ricos helados ecológicos hechos con hielo del nevado... ¡plop! Al menos eso dicen los heladeros. También pasamos por el cementerio de Yungay, ciudad que fue arrasada por el aluvión del '70. Vimos los restos de la ciudad, lo que quedo de toda esa destrucción natural que se llevó la vida de 20 mil personas en menos de diez minutos. Ahí tomamos varias fotos, pero estábamos algo aburridos porque el día era caluroso en extremo, además los mosquitos jodían y jodían. Pero fue bacán. Además hicimos un par de amigos-de-tour (en realidad ellos nos tomaban fotos a nosotros y nosotros a ellos y conversamos un toque).
Luego continuamos con la travesía hasta que llegamos a la laguna de Llanganuco, que en realidad se llama Laguna Shinancocha. Llanganuco no es el nombre de la laguna, sino de la quebrada donde ésta se encuentra. El paisaje fue fenomenal: el fondo del nevado y la quebrada en corte vertical es alucinante. Lo único malo es que hubo mucho mosquito otra vez.
La última para del día la hicimos en Caraz, donde compramos el rico manjar de leche y de lúcuma. Vale. Mi amiga continuaba con su incesante búsqueda de los guantes con mitones - mitones con manopla - guantes con manopla.Tmr . En realidad ni siquiera sabíamos que estábamos buscando. Plop. Luego de Caraz, llegamos a Marcará y subimos a Shumay. Fueron los minutos de despedida de la casa de Mamafila. Nos despedimos de la tía Vitalia y de la entrañable tía Marina (hermana de Papachemo). Luego partimos para Huaraz, a sufrir buscando hospedaje y también para disfrutar de un concierto de rock donde se presentaría Zen. La verdad es que no se presentarían estos patas, sino solamente el grupo Río y Sangre Púrpura. Al menos nos terminamos un vinito mientras escuchabamos covers de hits pasados de moda.
El domingo fue el día final. Llegamos tarde a la agencia, pero felizmente llegamos a alcanzarlos. Este día tocaba ir al nevado de Pastoruri. Claro que hicimos una parada obligada para tomar el respectivo mate de coca. Claro está que habíamos tomado las precauciones necesarias y alquilamos botas para montaña además de overalles para altura. Es decir, ya estábamos preparados. Rumbo al nevado, conocimos el manantial de los siete colores, la puya de Raimondi, y también la fuente de agua mineral natural.
Pero el plato fuerte del viaje fue Pastoruri. El transporte te deja en medio de un montaña a más de 5000 msnm. Luego uno tiene que recorrer mas de dos kilómetros para subir a 5200msnm. Puedes contratar a un caballo o ir a pie. Lógicamente, nosotros decidimos tomar el reto de caminar. Aunque por momentos se hizo difícil el tramo, al final pudimos superarlo. Lo gracioso es que los caballos te dejan más o menos a doscientos metros del nevado, y hay personas que te dan el servicio de capachín hasta el nevado. plop. Bueno, para hacer treinta lucas en menos de veinte minutos, me parece buena chamba. Aún así, nosotros continuabamos caminando determinados en alcanzar el nevado cueste lo que cueste.